Más que territorio, soberanía y poblacíon, los Estados necesitan construir discursos que justifiquen y legitimen su existencia. Uno de los recursos para la producción de estos discursos es la diferenciación con otros pueblos y, como acto imbricado en este primero, la positivización de ciertas caracter´ısticas que vienen a componer la identidad nacional y que apunta a la producción de la congregaci´on (Butler 2018). Analizaré dos estrategias discursivas (Foucault 2012), desencadenadas por el Estado de Israel, el pinkwashing y el redwashing. En ambas estrategias se nota la presencia de un ideal para la defensa de los derechos humanos (pinkwashing ) y la justicia social (redwashing). En el primer caso, el Estado de Israel se apropia de una agenda de la lucha de las poblaciones LGBTTTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, travestis, transg´enero e intersexuales), para afirmarse como alineados con un ideal liberal. El apogeo de esta celebración tiene lugar durante el período del desfile gay de Tel Aviv. En el segundo caso, (redwashing), estamos ante una retórica ya no producida por el Estado de Israel, sino por adherencias al sionismo por parte de sujetos que se identifican con la ideología de izquierda y que, por tanto, hacen una defensa del Estado De Israel teniendo como argumento discursivo la defensa del derecho de un pueblo históricamente perseguido, el pueblo judío, a tener un Estado y que también defiende que Israel es un país democrático, alineado con la ideología liberal occidental.
La legitimidad de Israel como Estado supuestamente democrático se sustenta en la articulación de innumerables piezas discursivas que fueron y son utilizadas para producir diferenciación con el Otro, en este caso, el pueblo palestino. En este análisis utilizaré las observaciones realizadas durante dos viajes que hice a los Territorios Palestinos Ocupados.
Uno de los misterios que tardé en desvelar fue comprender cómo es posible que un Estado que mantiene una política colonial brutal aún tenga prestigio como país democrático, incluso entre los activistas de movimientos sociales y las personas afiliadas a partidos de izquierda. En otras palabras,¿cuáles son los dispositivos discursivos que hacen que esta “postal” (Israel como único país democrático de Oriente Medio) logre tener adhesiones? Para que podamos entender la efectividad de los múltiples discursos producidos en torno a esta retórica, no me centraré en los discursos producidos exclusivamente por el Estado. Mi atención también se centrará en un corpus discursivo que circula mediante el uso de ideas de izquierda para defenderla colonización israelí, identificado como “sionismo de izquierda”. Nombraré este corpus de redwashing y señalaré que los “sionistas de izquierda” son parte de este corpus, sin embargo el lavado de rojos encuentra apoyo en otros activistas.
Cuando discutimos estas dos estrategias discursivas (redwashing y pinkwashing), avanzamos hacia la defensa del sionismo como ideología que apoya al Estado de Israel. Antes de analizar estas dos estrategias, me ceñiré a la relación entre el sionismo y el orientalismo porque, como argumentaré, la decisión de los judíos europeos y de Europa del Este de construir un Estado-nación en Palestina, sin considerar a las personas que vivían allí, tiene como fundamento la construcción de la cultura árabe, por Occidente, como inexpresiva. Asíı, antes de discutir las dos matrices retóricas que justifican la existencia de Israel en la época contemporánea como país democrático, conviene destacar cómo el sionismo se alimentó y se conformó, en el contexto cultural, político e histórico del orientalismo.
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